En el ánfora oscura de los días
mi cuerpo se marchita,
no sabe ofrecer su carne
fingiendo plenitud y dicha.
Nada importa la estrella de mi sino,
si un abismo gime en lágrimas.
Mi vida rota, cuando secuestráronme
para que mi cuerpo fuera este holocausto.
Me cogieron niña aún, bebiendo sueños,
engañaron mi pequeño corazón
para obsequiarme en noches perfumadas
y hacer temblar el hambre de los hombres.
Era yo fresca, como aroma de las frutas
flexible como el vértigo del agua.
Ahora soy río que solo se derrama
en la avidez de unas hojas marchitas.
Mas, la roca de mi alma se hizo sangre,
tal vez el viento de otras soledades
le responda a mi llanto...
¿Por qué...? dentro de un eco roto...