Raúl Daniel

Instrucciones Para Una Aprendiz De Poeta

Instrucciones Para Una Aprendiz De Poeta

(a Cinthia del Carmen González)

 

Me dices joven amiga,

que quieres ser escritora,

poetisa...

porque te sientes vibrar

al compás de la rima

de mi estrofa sonora...

 

El son de mi voz te enamora,

su cadencia arrulla

y te produce emoción,

tu cuerpo quieto murmura

la secreta sensación

de total entrega al canto,

expresada hacia el cantor.

 

Esto es como una magia,

experiencia superior,

y tu excitación te provoca

deseos de emulación.

 

¡Aleluya!, ¡Aleluya!,

alabemos al Señor,

estoy ante el nacimiento

de un nuevo ruiseñor,

y me quiere por maestro,

¡sea la gloria a Dios!

 

Para ser poeta, hija,

se necesita el don,

eso viene sólo en gracia

del que todo lo creó,

es algo así como un órgano

palpitando en tu interior,

se lo tiene: ¡sí o no!

 

Esto es sólo el comienzo,

nada más que la herramienta

para hacer la construcción,

los materiales son muchos,

uno es tu corazón,

al que deberás triturarlo,

quemarlo en la pasión,

dejar que le hagan daño,

pisar sobre él y vejarlo

hasta tú, y sin compasión...

¡el material más necesario

es abundante dolor!;

¡cómo sufre el poeta

para hacerse escritor!

 

Mucho no has de preocuparte,

el mundo se encargará,

pero si no haces tu parte

la llama se apagará,

debes abrir tu persona,

no negarte al amor,

¡y a todos los sentimientos

debes darte con fervor!

 

No dejes que te limiten,

cruza todas las fronteras,

sólo acata a tu conciencia

y ten la verdad por bandera.

Que tu mano, para siempre

abras, aunque sobre ella hieran

(a veces hasta las clavan

sobre alguna madera).

 

No tengas puerta en tu casa,

que todo se vea desde afuera,

y cuando estés llorando

¡que todo el mundo lo sepa!

Ríe cuando tengas ganas,

pon ahí toda tu fuerza,

¡no hay alegría más grande

que la que tiene el poeta!

 

Hazlo todo con el alma,

ser tú misma, es la propuesta,

no le copies a ninguno

ni a nadie te le parezcas,

rompe las normas impuestas,

pelea por lo que creas,

grita, brama, lucha, pega,

pero siempre hacia adelante...

¡y hasta que mueras!

 

El amor te tocará,

y también te golpeará,

será como una tormenta

que te estremecerá,

compórtate como un olmo,

dóblate hasta el mismo suelo,

porque acompañándolo, el viento

nunca te quebrará,

y cuando pasa el meteoro,

te vuelves a erguir al cielo

¡con más esplendor que el oro!

 

Y por sobre todo: sueña,

construye mundos y cielos,

no te conformen tus ojos,

¡ciérralos, para que veas!,

hay cosas que no se tocan

ni brillan, y al ser etéreas,

capturadas en tu mente:

trabajarás con ellas!;

los sueños son la argamasa

a los versos de un poema.

 

Deberás ponerte entera,

toda tú eres ladrillos,

piso, ventanas, puertas y techo,

y tu propia sangre el agua

cuando se agoten tus lágrimas...

hasta qué, al fin,

y con tu último desecho,

habrás construido el castillo

que te pusiste por meta...

¡deberás morir mil veces,

mucho dolor se precisa

para que nazca un poeta!

 

Dolor, lágrimas, ausencias,

traiciones y desamores,

frustraciones...

todo un montón de experiencias,

mixturadas con temores,

¡que, juntadas, son la ciencia

de la alquimia del poeta!

 

Joven amiga: elegiste

una muy dura carrera,

pero tendrás compañeras,

dos: una es la amargura,

la alegría es la otra,

no hay felicidad más completa

ni tristeza más inmensa,

¡que las que van en la sangre

de las venas de un poeta!

 

Te veré en cualquier esquina,

bar, plaza, luna o cometa,

con tu alma transparente,

trasformada en una estrella,

rimando palabras sabias

en metáforas inéditas,

girando a tu alrededor

doce azulados planetas,

¡cuando hallas bebido el dolor,

que en la copa, con cicuta,

deben beber los poetas!

 

Y no te llamaré amiga,

ni por tu sexo: mujer,

y al ver el brillo en tus ojos,

y tu estado comprender,

esbozaré mi sonrisa,

pondré tu mano en la mía,

¡mi hermana poetisa!,

y tus versos leeré...

con mucha atención, sin prisa,

nada apura a un poeta

¡cuándo lee poesía!