Por ti me resquiebro, me humillo,
me muero, me entierro y vuelvo a la vida.
Mientras bailotean pájaros
entre rechinar de ramas,
desespera mi alma.
¿Dónde está la brújula
de pescador nocturno?
El brillo de tus sueños saltó por la ventana
mientras el gato arañaba la flor con ojos de carpintero.
Pero tengo un plan para encontrare y
amarte en la bruma y el silencio.
Descubrí en tus misterios lo insondable
del destino y la raíz madura de los sauces.
Aunque taciturno, el mar es confidente y torero.
Cuando te busco,
el colibrí se remonta,
la tormenta surge,
brillan diamantes,
se escandalizan pléyades y
descubro tu estrella sobre el techo del árbol.
He de hallarte aunque estés
en el corazón del viento y
en el almanaque estrujado.
Sè cuando te escurre en la aurora,
en la humedad de la llanura y el desierto.
Con el farol empuñado, suelo estar en la torre
alumbrando espumarajos y pasos de peces perdidos.
No es tan fácil marcar otro destino y
otra espada de guerrero.
Sé que lo intentas escondiéndote en ilusiones,
en palabras cuarteadas,
en baratijas de gitanos y
en miradas de cuclillos confusos.
Pero el humo es gran delator:
se enreda en tu lumbre siempre
que tomas el sendero de los amanecidos.
Hasta el viento rompe tus banderas de plegarias