La mía era un alma suicida.
Una de las que van por
la vida ahogando
sus penas en
música, sexo y tequila.
un alma rota pero indomable,
cubierta por las cicatrices
de las heridas, esas que el tiempo
no había borrado.
La mía era un alma vacía,
de esas que van por la vida en
busca de emociones
que la hicieran olvidar que un día,
sus esperanzas y sueños
le pertenecían.
Un alma masoquista,
un alma perdida,
manoseada por el dolor.
desgastada por la falta de amor.