Herí a tu corazón.
Sé que no tengo tu perdón.
El destino ha dispuesto
que seamos paridos
por distintas madres.
Parecemos gemelos.
Porque tú piensas de una manera...
que se asemeja a la mía.
Pero hay una diferencia.
Me he comportado muy mal contigo.
¿Qué es lo que podría hacer
para reparar este error?
Tienes un corazón de oro.
Naciste con buena estrella.
Y yo, ahora arrepentido,
tendría que estrellar mi cabeza
muy fuerte contra algo
que me produzca no la muerte,
pero sí que me haga reaccionar,
que debo cambiar.
No he querido herirte,
pero sé que lo estás.
Años compartidos.
Unas veces juntos,
otras veces separados.
Me declaro culpable.
Y quiero que sepas
que me arrepiento totalmente
del mal espiritual que
te he ocasionado.
No soy un malvado.
Pero mi actitud ha sido
porque he sido un ambicioso.
Una ambición que me ha llevado
a perderte... y hoy me doy cuenta,
ante las evidencias,
que ha de ser para siempre.
Te amé, hasta la locura.
Y ésta me ha llevado a no tenerte.
Eres una mujer muy especial.
Hemos sido tal para cual.
Pero la paciencia tiene un límite.
Y ante mi constante acoso
para que fueses solamente mía,
ante mi irrespetuosa actitud,
la cual no merecías,
te he perdido.
Vivíamos en un reino de paz.
Y, sin darme cuenta,
esa paz, la mía, y tal vez la tuya,
se ha destruído...
Por mi ambición de amarte, egoístamente...
¡Pobre de mí!
Nuevamente me siento solo.
Muchas veces nos hemos separado.
Pero nunca he llegado siquiera
a intuir que llegaría este día.
Día gris y frío.
Hoy, siento un gran vacío.
Tengo mi mente... en la nada.
Tengo el alma destrozada.
¡Debo cambiar... debo cambiar...!
Si así lo hiciese, sé que
no perdonarías
mis errores cometidos.
Herí a tu corazón.
Herí tu vida.
Mi mente está en una
nebulosa que flota en el aire,
como microbios proyectados bajo la luz,
como el humo que despide un cigarrillo.
Una lección que me brinda la vida.
Una enseñanza triste...
que nunca podré arrancar
de mi entristecida alma...
Derechos reservados
Hugo Emilio Ocanto
23/06/2016