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Hay días en que el cuerpo tiembla de deseo, y emprendemos la jornada con decisión, con ganas, con cariño.
Hay días que la mente no responde a los impulsos del espíritu, y sacas de las entrañas todo el absurdo dolor acumulado.
Hay días en que quieres llevar el mundo por delante, arrasarlo, acabarlo, arañarlo, porque ese mundo, y sus seres, y sus miserias te duelen, porque ese mundo trivial y malsano, te llevo con el.
Hay días que te amo con desespero, y esos días me odias, porque no te brindo la calma.
Hay días que odio el inmenso mar y otros días agradezco a la vida por él, hay días que me amas tierna y salvajemente, y esos días te amo igual, y hay días de confusión, días en que quieres matar todo sentimiento, días para dormir el alma, días para sacarse el corazón del pecho y clavarlo en el mástil de un barco rumbo a tu lugar de orígen, con la esperanza de ser devorado por alguna gaviota enamorada, días, como hoy, en que le escupo la cara a la confusión, y golpeo con fuerza al lenguaje hasta herirlo, días como hoy en que para comprenderte, te saco todas las palabras desnudas y frescas y me las pongo como único traje a mi transparencia y te saco toda la pasión que no ha sido mía, y me la inyecto, para tener tan solo un poco de ti recorriéndome.