¿Y qué importa que nos llamen locos, por amar a plenitud?
Por gritar a todo pulmón que estamos enamorados,
que hemos caído,
Que nuestras sonrisas son las sombras de los besos del día,
o el reflejo de un recuerdo fugaz.
Que nuestros ojos son espejos de nuestra alma,
y reflejan el brillo que de ella emana.
Que en las madrugadas nos convertimos en poetas hambrientos,
devorando cada suspiro, cada palabra dicha, cada sensación,
y transformándolos en oraciones silenciosas,
pero que gritan tan fuerte que hacen estremecer
lo más profundo de nuestro ser.