A USTED MI QUERIDO SEÑOR
Señor de elegante andar que me atrapa en la partida, ¿cuándo podré yo admirar su belleza en esta vida?, con su aire sin igual señor usted estaría para hacerle un monumento en la primera avenida.
Señor usted ha cautivado por completo mi atención en realidad no comprendo ¿cómo esto sucedió?, Perdone usted mi osadía, pero es mi deber expresarlo, usted señor es por cierto justo y a la medida; lo que andaba yo buscando, lo que ha mi vida ha faltado, lo que me han recetado como el remedio más apto, para esta pena que en vida me opacara el día a día.
No se apure en miramientos, no preste atención al invento, ciertamente no me importa lo que diga el reglamento; si usted señor lo prefiere este será un secreto que guardaré con recelo, si es necesario mintiere, no estaría por demás que por amor yo lo hiciere.
Solamente señor mío no haga caso al qué dirán: ¡¡si no me importa su edad!! ¿A quién más puede importar?, no se fije en nimiedades, mi edad es lo que menos importa, que mi juventud no le aflija, no es un problema que ahonda.
Es verdad mi inexperiencia, usted señor lo confirma, pero si enseñarme pudiera, yo con gusto aprendería, y si es que usted lo quisiere la lección me evaluaría para que juzgue usted mismo lo buena aprendiz que sería.
No está demás expresarle mi admiración y mi agrado, es usted sin duda alguna el hombre que me ha inspirado. ¡Y no se sonroje señor! No es mi intención molestarle, que en verdad le quede claro no pretendo presionarle; pero sepa usted una cosa que a mi corazón aqueja no hay amor más puro y digno que el que quisiera brindarle.
Es suya la decisión, que no osaré cuestionarle, piénselo sólo un momento y déjeme aventurarle a entregarle mi señor todo cuanto pueda darle, de este amor joven y loco que no entiende de razones, que no escucha explicaciones, que poco o nada le importa que usted mi querido señor este ciertamente mucho muy por fuera de mi alcance.