Se nos cayó el pelo. Tragaluz de España 2000
En una peluquería concurrida de un pueblo costero de castellón llamado vall d´uixó, lugar donde se hace patria hispánica junto con los bares. A la peluquería acuden como moscas, jóvenes para cerillarse el pelo antes de ir a votar en las elecciones. Esperan turno muchachos en camisa de tirantes que miran revistas de mujeres desnudas, deportes, toros, coches, y hablan de fútbol , en un ambiente de miseria moral y mordaza entre lacas, gominas, risotadas histéricas y olor a difunto que sale de las axilas e impregna el país. De la calle, llega el sonido falsete de los altavoces pidiendo el voto para una candidatura de unidad popular, y se intercala con el llamamiento al sepelio en el tanatorio municipal de Rosarito, madre de Luis, Marisa, y Julito, viuda de Paco, conocida como la tonadillera.
Tapado con un burka, entra una sombra casi de difunto que pide la vez.
El último.
Nadie contesta.
El peluquero, algo asombrado por el atuendo que pronostica mal fario , le pregunta a la sombra casi fantasmal como si estuviera amenazado o señalado por algo:
Qué desea.. en que puedo auxiliarle ¿Señor o señora?
Una voz varonil responde:
Raparme a cero la cabeza caballero.
El peluquero, tras pensar con las tijeras en la mano que contestar, escuchando los susurros de los clientes algo extrañados e incómodos, le invita finalmente a sentarse. Indica una silla rinconera entre dos farandules veinteañeros tostados de sol escrito en crónicas de piscina. Estos deletrean peleones ante el hombre con burka cuya presencia sin saber el motivo les incomoda:
Vi-Va, Es-pa-ña.
El burka, misterioso y amable, rubrica con la cabeza oculta estas palabras que le incitan a hablar. Sin mirar a los jóvenes, expresa emotivo a la opinión publica como si estuviera casado con alguna bandera que el resto no puede ni imaginar, y que oculto bajo ese atuendo misterioso con los que carga de forma simbólica en medio de una batalla lejana al resto, pero cercana a él , donde se hunde. El peluquero, apaga los cuarenta principales, para escuchar que tiene que decir alguien que lleva puesto un burka como si fuera una autoridad Papal pero del otro bando.
Con voz cansada, trémula, casi cercana a la muerte, quizás confundida la vida con ella, anuncia como el gallo el ocaso:
Apenas quedan dos días para que nos entierren en esta cloaca llamada España.
Y nosotros mismos somos los culpables colocando el voto en las urnas, a Dios sabe quién, y para qué. Ya no hay principios ni sabemos donde vamos, muchos dicen que hablar así significa tener depresión.
Quitándose el burka ante el asombro de todos, que observan que está medio calvo y se le cae el pelo nada más tocárselo .
Durante este invierno, a mucha gente como a mí se le ha caído el cabello, como a vosotros hermanos cuando el peluquero os pase la navaja de afeitar por vuestra cabeza redonda.
Es lo único que a muchos nos quedaba por perder. Primero fueron nuestros puestos de trabajo, estudios, luego el coche, después la casa. Llegaron más tarde la perdida de las cosas que no se ven y que duelen mucho más, la dignidad, la autoestima, el respeto, la disciplina, y al final del todo: el pelo.
El pelo que cae, ya no vuelve a crecer, por mucho que nos prometan que vendrá la primavera, y todo volverá a florecer sobre la sienes.
Son promesas vanas , y la vanidad no es prima hermana no de la regeneración, sino de la corrupción.
Mi último equipaje está aquí.
Señala su cabeza como si fuera mueble a punto de caer.
cuando me quite todos mis cabellos, me abriré la cabeza para que vuelva a crecer.
Vuelve a colocarse el burka sobre la cabeza y silencia.
El peluquero enciende de nuevo la radio, vuelven las voces de los veinteañeros que han perdido el interés por el hombre del burka a hablar de cuerpos de mujeres desnudas, de coches fabulosos.
Sonido de la navaja sobre las cabezas, van cayendo los pelos al suelo como si fueran difuntos que la guadaña del peluquero arranca.
Angelillo de Uixó.