Qué tanto olvida,
la abismal distancia,
que a veces se me hace,
este universo,
tan poco conocido,
y tan inmenso.
Qué tanto tú,
cuando todo se agita,
en blanco y negro,
cuando sucumbe,
mi nombre junto al tuyo,
resplandecida la sutil arena.
Qué tanto tú,
que ayuna de indolencias,
de confusos días,
de elusivas noches
cuando nunca, nada más,
se me amanezca.
Qué tanto tú
en tiempos,
de cándida inocencia,
de la niñez feraz.
Qué tanto tú,
y yo sin tu presencia