Aquella noche,
vestida de tristeza,
fuiste un pequeño rayo
que disipó de mi mente
la confusión.
Me desnudé;
solté mis creencias.
Me deslastré
de los recuerdos;
abrí mi mente.
Me hice dueño
de mi existencia.
Con la pasión
y la emoción de un niño,
experimenté lo simple,
lo real.
Miré al cielo;
luego,
hundí mis pies en la tierra...