Ave blanca y peregrina
surcó mi azul cielo
embelesando mi presente
cual agua de manantial
calmando la sed del mendigo
de ella bebí extasiado
sin saber que en una cruz
mi destino estaba escrito.
Ave blanca y peregrina
a un cielo gris voló
mis noches se tornaron días
y mis días, largas noches.
Tres polluelos en nido frío
me hicieron compañía
con tristeza y alegría
poniendo el pecho cada día
afrenté la vida sin porfía.
Tiempo de arena lenta
socavó mis sentimientos
viendo en una cruz
tres nombres estaban escritos,
la cargué sobre mis hombros
con sudor, honor y orgullo
yo cargo esos tres capullos
pues son parte de mi vida
y lo serán cada crepúsculo
hasta el ocaso de mis días.
Autor: Jorge Aimar Francese Hardaick
- Argentina - 20-06-2016
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