Tengo en el alma una gran herida,
no puedo curarla, no es carnal.
Me encuentro solo... con tu imagen
clara en mis tristes pensamientos,
es el único consuelo que aleja mis miedos
de la tortura de los sueños.
La soledad, que tanto me ama,
hiela mi sangre en el frío invierno,
mientras atravieso calles oscuras,
pasajes siniestros,
en los que tantas veces he muerto
para volver a renacer otra vez.
La lluvia azota los paisajes desolados,
donde las visiones de la muerte,
han visto una figura escondida en las penumbras,
vigilante, esperando la fatalidad del momento,
en que me entregue a los demonios de mis temores;
Sus alas negras rodean su cuerpo
ocultando su cara, de la perfecta silueta.
Al rozar de sus alas en mis heridas abiertas,
sangrantes... dejan profundas marcas
de mi sufrir y de mi inevitable perdición.
Me lleva entre sus alas, buscando
la persecución del pasado,
el peso de mi alma castigada,
sufre la indiferencia, la incomprensión,
la tristeza, la perdición.
Brotan de mi, las lagrimas
que aguardó mi ser durante tanto tiempo,
tan pesadas... soñando que formen un río,
en un caudal lleno de venganza
y he querido morir,
deseando olvidar.
Ahora mas que nunca,
la muerte quiero encontrar,
ahora mas que nunca, me rendiría,
ya no quiero levantarme...
renuncio a la vida,
porque te encontrare donde todo se acaba,
donde el amor se inicia
donde no se conoce la muerte,
ni existe final.
P.M Pedro Monroy Gemio