Doblaron las campanas en la iglesia y todos se quedaron sorprendidos por no haber un difunto en la comarca por quién dar el repique presuroso.
Atónitos preguntan los paisanos ¿A qué se debe el redoble de campana si las almas contadas de este pueblo no han dejado sus cuerpos todavía?
Una voz fatigada se deja oír, entre aquellos pasmados, disculpando su osadía y explicando su verdad.
Yo he golpeado el bronce… pidiéndole a dios el descanso de mi alma porque muerto ya estoy desde que partió mi amada.
Soy la persona que enterró junto a su amada el enorme corazón que palpitaba en su pecho lleno de amor y de alegría; sólo para ella.
Desde entonces divago por la vida; soy alguien si sentimientos y quiero descansar de este martirio.
Enterré mi corazón juntito a ella para no seguir sintiendo y, así, no podría volver a amar a nadie más; por eso, doblé las campanas.
PABEDIZ.