tengo una pena
y mi pena eres tú
cuando te despiertas
y no puedes levantarte
de la cama. y ruegas desaparecer
del mapa de los sueños y discursos
diarios, ser la pausa en las palabras
la omisión cotidiana, objetarte en el pensamiento
ajeno, es la pena cuando te imagino triste estando
tan sereno en cambio yo, como un mar quieto e indiferente ahí
donde las estrellas fulguran mientras hierven
y ambos formamos parte del paisaje
en la misma estructura, siendo ambos
marco, cuadro, estructura rajada
hombre y tú mujer querida
que haremos? el día
que se apague todo
y nos sepulten
bajo la cresta
de las olas?
y no haya
espuma
ni
agua
para
ahogar nuestros
vivaces pensamientos
que no se detienen, que acometen
como la tierra dislocada de un país
que solo llevamos dentro, que solo ahí
existe con su teluria y bruma de invierno
de nuestros miedos que fracturan biografías
ya te lo dije, amiga, la lucidez es una marea
inconstante, que sube y baja, la lucidez a veces
viene de día o de noche, pero llega
siempre llega un poco
más tarde
II
de lo
necesario
nostalgia, mi refugio
de una niñez perdida, otrora
de un niño muerto que llevaba mi nombre
pero no era consciente de lo efímero
de su recuerdo ni de su muerte
progenitora
él era
eterno
y al él vuelvo
ya desnudo
cada cierto tiempo
pero nada, nada
vuelve a ser como antes
y antes no resulta la palabra
adecuada para este remolino desilusionante
no importa, ya nada... no podremos dormir
de día, pero conversaremos por las noches
largas que vienen y la confundiremos
y no sabrá ella que hace
al resto caer dormido
por su leve peso
y que la noche
de si
se confunda hastiada
ambos ya vamos incompletos
como todos, todo el resto
y ya no importan, mucho
o nada, el resto
ya casi, casi
nada