Llegó el día donde me había enamorado de la soledad. No era uno de esos amores superfluos, era un amor puro, lleno de historias por contar cada día, lleno de sorpresas por los azares de la vida. Su cariño era algo a lo que no estaba acostumbrado y poco a poco quise alejarla de mi lado. Ella siguió insistiendo pero mi rechazo era constante. Después de un tiempo se fue pero nunca dejó de ser mi amiga fiel. En ocasiones solía visitarme y nos tomábamos un café. Me alegraba ver que nunca cambiaba su manera de ser; siempre atenta, siempre fiel; siempre libre....