Juntos reposábamos sobre el sueño de las algas
acariciando los esfuerzos derramados
por la ardiente brisa encadenada
entre soñolientos pápados cerrados.
Cuando las hambrientas manos
se tocaron, nuestras almas quedaron apretadas
entre apacibles sueños de violetas
sobre un mar de amor transfigurado.
Los pies silenciosos y desnudos
caminaron sobre el césped del tiempo
que permanece aún tendido
en medio de la tarde, extasiado.
En la fuente de tu ser yo me miro
y pasan las nubes cual tapiz
que perdura con el amor de cada día
plantado cual árbol herguído.