El Alba que deslumbra el sótano. Encerrados en una cueva (decisiones recíprocas), él sigue contemplando el destello del sol que acaba en sus ojos. Continúan destruyéndose en cada roce, en cada vuelo. Detienen el tiempo. Mueren. Resucitan. Lloviznas en llamas; fríos siendo abrigos...
Oscuridad, cenizas e inhóspitas caricias... Sin aliento besan el oleaje de sus labios; dos seres cortándose por dentro al son de Tame Impala. Llueve a cántaros, veintiocho de cualquier mes se encuentran en cualquier jardín, cementerio, purgatorio, juicio, cenicero... para romperse, derrocharse, para descifrar el universo de cualquier sitio... o vacío.
El Beso de Lautrec.