Me abaten los soplos de un álamo regio,
sin miedo a la sierra lo tallo atrevida
no aspiro un coloso, ni hacerme otra herida,
tampoco esculpir un gran sacrilegio.
Tan solo quisiera tener un arpegio
de todos sus órganos sin rama torcida.
¡Tan pronto un bemol le llegue a mi vida
celebro con vino mi gran privilegio!
¡Y siendo un bestiún voraz cual tornado
tallé la columna, las aspas, la nube,
de cíclope el ojo…también he tallado!
Con todo mi halago soberbio más sube
llevando los frescos que mi arte le han dado,
de balde mis pies…se adentran al clube.
¡Lo dudo que encube
la yema que ofrezco metida en el ojo,
soy como un objeto de su vil despojo!
(Dodecasílabo, hemistiquios de 6)