Amor, déjame cuidarte y
restaurarte como pétalos en sequedal.
Te plantaré en tierra fértil y
trataré tu tronco con la savia de mi estirpe.
Yo impediré lo que aflige.
A tus pétalos volveré el candor,
el aroma llenará contornos y
pájaros vecinos vendrán a alegrarse
con tan ilustre hermosura.
De las sangrantes heridas que infringieron
apatridas caminantes no quedarán huellas
ni artículos pasados.
Solo al colibrí abriré puerta para tocar
los condecorados estambres y
absorber la infinita dicha.
En el país y allende los mares oirán la nueva
de la egregia flor levantada
por el bohemio jardinero
con la aguerrida soberbia de un tañedor.
Entonces, amor,
bajo los insospechados sauces,
me extasiaré a contemplarte,
a vivir tus ensueños y a rasgar mi lira
en los húmedos y tiernos amaneceres.