Ya te puedes quedar con sus orejas,
ya le puedes cortar de un tajo el rabo,
le clavaste la puya y le engarzaste
banderillas de fuego en el costado.
Hoy le hundiste la espada hasta la bola,
hoy quebraste de un tajo su espinazo,
ya los mansos le arrastran al chiquero
babeando, vencido y desangrado.
¿Ya le guardas un hueco en tus paredes?,
¿ya le tienes un sitio en tus salones?,
¿lucirás orgullosa tu trofeo,
como el más especial de tus blasones?
Ya no es mi marido ni tu amante
lo apartaste de mí con tus capotes,
le robaste su casta y su trapío,
le arrancaste el alma de un mal pase.
Ya no es tuyo ni mío ni es de nadie,
es un trozo de carne inanimado,
ni la sombra de aquel que conocimos
que jugaba su vida en cada asalto.
Ya jamás oiremos sus bramidos,
ya jamás volverá a envestir el trapo.
¡Todo tuyo! Ganaste la batalla,
ya lo tienes cautivo y desarmado