Del Atlas siempre fueron tus vigores,
la bóveda celeste iba en tu espalda
te daba de los reyes sus fulgores,
la tiara con la luz de la esmeralda.
Tal eran tus arpegios de tenores
que había en tu camino una guirnalda
de ninfas, mariposas y cantores
con aires y canciones de Giralda.
¿Adónde está tu fuerza de guerrero
capaz de ser el eje de la tierra
tan sólo por tus baños de dinero?
¿Por qué pierdes ahora en esta guerra
y llegas a mi lado sin acero
sin nada que edifique la posguerra?
¡Llegar hasta mi sierra
tal vez pudiera el son de tu teclado
y gane al ruiseñor que está a mi lado!