Como borregos seguimos
aunque mucho nos creamos.
Solo a un dios venera el Mundo,
aunque de Dios casi huyamos.
Si bien al opio del pueblo
como llamaran antaño
casi se creyó vencido,
el opio cambió de manos.
No es Dios o las religiones
quienes nos crean ataduras.
Es el poder camuflado
con distintas vestiduras.
El espíritu del hombre
necesita crecimiento
y es la paz y tolerancia
para él su mejor remedio.
Sin embargo es el poder
el único interesado
en que los hombres ignoren
si existe o no el pecado.
Supersticiones, creencias
que arrastramos tantos siglos
siempre fueron divulgadas
en beneficio del mismo.
Que el pueblo no sea culto
y no piense por sí mismo
y aunque estudie siga siendo
esclavo de algunos listos.
No olvidemos que si un pobre
algún día se hace rico
olvidará de repente
cuáles fueron sus inicios.
Y por eso en esta vida
sin que tenga solución
se repiten los errores
sin que quepa discusión.