Esta noche de silencio clandestino
déjame hacerte el pan de los sueños.
Afuera el otoño ha traído ramas desnudas y
hojas que atraviesan ondas apesadumbradas.
Te elevaré en mis brazos,
subiré la escalinata maya y
en la alcoba,
bajo la curiosa penumbra,
te posaré cual flor solitaria.
Con la maestría de una certera saeta
desprenderé tus sandalias y
compondré los sorbos en el juego de copas.
Infinitamente mis manos te recorrerán
como arañas de habitaciones deshabitadas.
Se meterán por los senderos de las cuitas,
de los dolores enjaulados,
de los tormentos sin yelmos,
de las plumas sin pájaros y
de las estrellas vaciadas de firmamento.
Trataran los nudillos aparecidos
en los gélidos inviernos.
Con giro de golondrina,
repararan el canto de los manantiales rotos,
partirán los vientos de la primavera,
consideraran las acuarelas en lontananza y
descifrarán las gotas derretidas en piedras.
No descansarán hasta tener
tus anhelados y enolquecedores suspiros.
Sí, mis curiosas manos,
saciadas de tus poros y profundidades,
te dejarán en paz y curada.
Luego yo, al rayar el alba, y
con el vuelo de las mariposas,
partiré a mi destino llevándome
en ellas tu recuerdo y tu aroma.