Como la luna, sola/ de cabello cano,
pasa mi mano por tu silueta/
tan suave y lento mujer esbelta,
y para conquistarte; un poema es vano.
Sola pasa en noches sin estrellas,
corriendo senderos/ que deja el río,
regando mis lágrimas -el huerto vacío-
vacío de rosas; hermosas y bellas.
Fue la hora más larga de esta espera,
y al pasar volviste a encender la llama/
de la hoguera que grita -que clama-
la venida de tu amor con la primavera.
De la rosa aquella ya voló su olor,
se perdió en el cielo de tu indecisión/
se volvió cenizas, se seco el corazón/
ahora tus ojos no miran; de mi amor el color.
Se han secado mis labios en su nombre,
mis sed me calcina; sigo naufragando/
en el desierto de su partida, buscando
el rayo de luz/ que en la noche me alumbre.
Ella es engañosa y pérfida mujer,
crea ilusiones como los espejos/
pero pierde la imagen cuando su reflejo,
se hace opaco y no la quieres ver.
Ella pasa sola como el ocaso del atardecer,
y arde cual la herida que empieza a cerrar.
Es la estrella que yo no quiero nombrar,
y hoy es preferible no volverla a ver.