Cuando al sendero de pinos, diriges tu paso lento,
desandando los caminos... conversando con el viento,
yo te contemplo en silencio, queriéndote dar un cielo,
donde despliegues las alas, junto a mi madre en un vuelo.
Ya desde chico la vida, te colmo con mil miserias,
enterrándote los sueños bajo una capa de tierra,
la misma que descubriera, mi madre, que fue doncella,
para robarle a tu sombra, antes del alba una estrella.
Y le sembraste en el vientre, fértil como una pradera,
que ansiaba tu mano suave, en nueve lunas de anhelos,
una flor, rosa y silvestre, que germino con las penas,
de silenciar el arrullo... del manantial de sus venas.
Tu vida fue solo inviernos, ausentes de primaveras...
por eso cuando regresas, ocultando tus tristezas,
te buscan mis manos suaves, donde anidan ilusiones,
padre... para brindarte... de mi madre sus canciones.