Guarda la charca a la vista encantada que no ve el ojo cuando asoma el canto verde y desesperado de las ranas de bajo el puente, inmersas en un barranco desértico sin caudal , cuyas aguas en cualquier momento pueden desaparecer tragadas por la grava.
Chisporrotean los pequeños samarucs como si fueran ascuas de un fuego hechizado dentro de una hoguera acristalada de la charca, que una vez se destapa como un verde vestido las algas que esconden el húmedo espejo de las aguas donde cientos de formas de desatan.
Las serpientes natatoria entre los juncos y las cañas del pequeño hoyo que forma un hongo reteniendo las aguas de forma ciclópea entre el enorme roquedo que se extiende kilómetros y kilómetros serpenteando entre áridas gentes de un territorio que va dejando atrás sus escamas, grandes montañas llenas de calvas oráculo de un inminente apocalipsis medio ambiental que poco a poco se va haciendo llano hasta adentrarse en el mar.
La charca iba cerrándose día a día entre cañas, juncos y plantas acuáticas bajo un sol de Julio que oscurecía sus aguas al subir por el calor los limos a la superficie, formando un paisaje de un ártico verde de casquetes de algas. Y no solo eso era la principal preocupación de ranas desde lo alto de las piedras viendo como el desierto avanzaba; pues cada tarde aparecían criaturas que caminaban a dos pies y lanzaban piedras, palos, para capturas las ranas que se ocultaban bajo las aguas. Otras veces, pequeños felinos ronroneando acechaban los pájaros , o los enloquecidos y nerviosos perros que se lanzaban al agua girando en circulo y saliendo por donde habían entrado alterando la tranquila charca.
Lo peor estaba por llegar con la temporada estival.
El puente sobre la charca del que se escuchaban sonidos metálicos y explosivos de los vehículos que durante día y noche transitaban, se poblaba ahora con esas criaturas de dos patas que hacían un tipo de emigración.
Buscaban agua, iban a otro tipo de charca, la piscina municipal que abría sus puertas , y chicos y chicas en su viaje en busca de agua donde sumergir sus cuerpos, se iban desprendiendo de objetos de plásticos en su migración una vez gastados que desechaban lanzándolos a la charca.
Todas las mañana había una lluvia de brick, papel de aluminio, trozos de fruta, sobre culebras, samaruc, ranas, aves criando...al paso de estas criaturas.
Incluso un nuevo material misterioso para las ranas, de forma circular, que bajo rodando por si mismo tras ser lanzado desde un vehículo, hundiéndose en las aguas y emergiendo a la superficie una parte.
Los samarucs fueron los primeros en acercase, chocando contra ese objeto, y notando que era un material blando. Las ranas más prudentes, desde los limos y las rocas empezaron a croar despertando su curiosidad y sus temores de que nuevos objetos similares o perores como pesticidas fueran lanzados.
Aquella rueda les hizo cambiar de conducta, croaban las ranas incesantes intentando despertar la conciencia de las criaturas de dos patas migrantes, sin embargo nada paro el rumbo de la evolución que iba contra ellas.
La charca entre escombros, ruedas, plantas, desperdicios se iba cerrando y aquel hoyo entre las rocas con agua despareció sin que nadie más que esa pequeña fauna fuera consciente de esta odisea sin fin.
Angelillo de Uixó.