Como Ovejas Sin Pastor...
Viviendo vidas dolidas,
llenas de ausencias, heridas,
por tantos días que pasan
con la única emoción
de la angustia que los pone
al borde de la desesperación.
Cual carretas arruinadas,
exageradamente cargadas,
conducidas por un niño
o un anciano blanco en canas,
multitudes de mujeres
y hombres transitan la vida.
¿Qué es lo que pasa con ellos?,
¿qué vida es esa que llevan?,
¿qué cosa es esa cruel pena
que sus rostros arrugó,
sus miradas opacó,
puso blancos sus cabellos,
les hizo olvidar sus metas
y hasta sus más bellos sueños?
A veces, cuando pregunto
el “porqué” de ese dolor,
olvido que ni siquiera sé
contestar aún al: “¿Qué?”,
pues ni los mismos que sienten
esto en su propia carne,
tienen para medirlo
metros o recipientes...
¿Cuánto será que pesa
esa boca que uno anhela
y a uno no lo besa?...
¿Qué altura tiene la ausencia
de un ser qué no volverá,
porque se ha ido a otra tierra
o peor: al Más Allá?
A veces... cuando pregunto
¿por qué no cambian de vida?,
¿por qué así de aburridas
y aún vacías las viven?...
olvido que ellos no saben
ni siquiera “qué” les pasa
y no hay quien quiera ayudarles
¡ni darles lo que les falta!
Algunos se enamoran…
y quieren hacer familia,
tener hogar, tener casa,
para lo cual el dinero
comienzan a procurar
y de tanto trabajar
por el afán de la vida,
vean lo que les pasa:
Buscan dinero primero
para construir un hogar,
para que albergue al amor
y con el tiempo, al dinero,
le toman tanto fervor,
que arriban al horror
que, por cuestiones de plata,
se acaban por divorciar.
Todos quisieran volver,
en el tiempo, para atrás,
corregirían errores
que saben que han tenido...
¡Oh, si eso pudiera hacerse,
el mundo se pararía,
para siempre detenido!
¿Quién no quisiera dar esa
caricia que no brindó,
ese beso que no dio
cuando era el tiempo preciso,
hablar la palabra amable...
y el gesto o la sonrisa,
aquéllos qué nunca hizo?...
¿¡Quién no quisiera tener,
niño, otra vez, a su hijo!?
Una persona que amamos...
y no nos correspondió...
¡otra que nos amó
y nosotros despreciamos!...
no haber honrado a los padres...
el desamor por los hijos...
ausencia de los amigos...
alguna traición que alguno hizo...
Cual carretas arruinadas
por los años y el camino,
trasladando una mudanza
de enseres pobres y viejos,
en errabundo destino,
llevando a cuesta el dolor,
sin que nadie los atienda,
¡como ovejas sin pastor!
Cual barco con velas rotas,
que después de la tormenta,
se encuentra hasta sin timón,
llevados por las corrientes
de las aguas de una vida
triste, solitaria, aburrida,
que se hunde poco a poco
en la desesperación...
A veces, cuando pregunto
el porqué de ese dolor,
pues angustio y desespero
buscando su solución,
quisiera darles consejo
o ayuda o esperanza,
olvido que casi viejo,
solitario... y expatriado
y en desesperación:
¡También soy un divorciado,
también yo me equivoqué,
también caricias no di,
también arrastro el fracaso,
tengo vacíos mis brazos
y cansado de luchar,
pregunto: ¿Se hallará alguno
que nos quisiera ayudar?!
¡Oh, si alguno pudiera
eso de parar el mundo!...
¿no es que alguien ya lo hizo?
... ¡Oh, mi Dios, cómo quisiera:
niños, de nuevo, mis hijos!