Te susurraré al oído,
Las dulces notas que con amor tú me cantabas,
Y te hablaré con voz muy queda,
Las palabras de amor con que me arrulláras.
Heme sentado al lado tuyo,
Esperando verme nuevamente en tu mirada,
Y en mis lágrimas ahogadas desde mi alma,
Estrujo mi corazón, para acariciarte con palabras.
Te recuerdo grácil y hermosa como una Diana,
Cazando al viento sobre sembríos y besanas,
Hurgando entre nubes y porcelana,
Dibujando palabras de tu amor dentro de mi alma.
Te pienso con el recuerdo de mil memorias,
Y con tu aroma de rosas y madreselva blanca,
Te recuerdo con el rubor de tus mejillas tan rosadas,
Tan hermosas que opacaban por si solas,
El color de una piel en resolana.
Te hablo quedo y en mi triste lamento,
Con palabras que sólo tu alma me escuchara,
Y me resisto a perderte y a perder tu piel tan blanca,
Y en mi callado desconsuelo,
Recuerdo que a tu lado hice más de un juramento;
Tu vida me abandona y con ella mi esperanza,
Y de tus manos ya no queda el tibio rozar de blancas palmas,
Con mis lágrimas baño el silencio de tu rostro y de tu alma,
Y en mis palabras casi muertas,
Te canto sin palabras…
Llegaste como sol de primavera
En noche de lluvia y pleno frío,
Abrigando mi tristeza y amor baldío,
Y me diste luz con el sol de tu mirada;
Ahora te canto con voz apagada en la garganta,
Y te juro por mil años que donde fuera, te buscara,
Y te hallaré entre sombras de jardines y poncianas,
Donde el aroma de tus flores me lleve por donde andáras;
Hoy te despido entre el cielo y esta tierra,
Y me quedo en silencio con el canto,
Que con amor… yo te arrullára.