Viejos mis huesos y mis sueños
viejas mis carnes e ilusiones,
pobres mis fuerzas e intenciones,
mas no pobres por viejo
mis profundas convicciones,
como esa que defiende la conciencia
de no ser inútil y tonto por lo añejo,
de no ser estorbo para los demás en sus acciones.
Joven otrora también fui
como lo eres tu en este momento.
Y como tu, fui dueño del mundo y del futuro,
amo y señor de mi destino,
con el pecho inflamado como los Lores,
merecedor del mas grande monumento,
sin ganarme el honor de tantas flores.
Pero a diferencia
de lo que expresas tu con el lamento
de tener que tolerar a tanto viejo cansado,
yo a tu edad les tenia un gran respeto,
pues convencido estaba por fortuna
que lo que me legaban
lo habían amasado con sudor desde la cuna.
¿Quién eres tu joven imberbe?
¿Qué privilegio tienes con el veloz paso del tiempo
y con la muerte ?
¿Qué ladrillo del edificio social hoy construido
ha sido colocado por tus manos?
¿Qué garantía hay de que mas tarde
reconstruyas el mundo
que, según dices, imperfecto e inmundo te legamos?
Puedes reconstruirlo, claro esta,
puedes hacerlo,
y aun mas, ¡tienes que hacerlo !
Pero hasta tanto no lo hagas,
no señales la inutilidad de los que al mundo
antes que tu llegamos.
En tus jóvenes manos se anida la fuerza potencial, transformadora,
que te permite moldear la realidad que necesitas.
Mas, acusando a quienes ya nos vamos,
despreciando al anciano por sus años,
no lo conseguirás, !esfuerzo vano ¡
Solo lograrás que alguien mas joven que tu
de aquí a mañana,
deposite en ti este mismo odio gratuito,
con la desventaja de que no comprenderás
el origen de su saña.