¿Que te olvidaste de la flor del beso:
la que supe sembrar en tu boscaje
con la savia feraz de mi lenguaje
y las aguas de Temis en exceso?
¡La que fue tu beldad y tu embeleso:
por ser raudal de polen en tu traje,
y prendida quedara cual tatuaje
con mieles del amor de un nido espeso!
Jamás un girasol le dio la espalda
a los polvos del vals de mariposa
en el club del romántico Cupido.
Ni puede enamorar a la Giralda
el fénix que en su cúspide se posa
sin la espiga del cáliz encendido.