Al otro día
nos levantamos
luego de abrazarnos silenciosamente
y el pájaro que cantaba
simplemente enmudeció
para llamar al nuevo beso
que nuestras bocas se dieron
en una hora que ya no recuerdo.
Las sábanas dormían aun bajo el tiempo
y tus pies fríos fueron sudor de mi tacto
con el sol disfrazado de testigo.