El tronco sabio,
se sumó al bosque,
en su interior,
una casa,
un escondite,
un rincón de luz.
Una escalera interna
recorría y trepaba
hasta la copa.
Cada un metro
más o menos,
un habitante diferente.
En la planta baja,
la oruga,
modista de telas
exquisitas.
En el primer piso,
el bicho taladro,
mal vecino.
egoísta y gruñón.
En el segundo piso,
la araña
persistente y seductora,
enfatizaba su cintura a
la conquista de un
trabajador de la madera.
Había salón de baile,
donde todos se
daban cita,
el sábado.
En el desván un ilustrado
cienpiés
que cada viernes
prendía una vela
a un santo.
En el ático una
romántica ratoncita
que ponía locos
a los perros que
daban serenatas
a su corazón.