Las sigilosas manos de la oscuridad
han vuelto a abrazarme
he intentado desprenderme de ellas;
éstas una y otra vez agrietan el corazón.
Los pensamientos insensatos cercenan el alma
sumergida en el cieno intento escapar,
nuevamente me desplomo en el abismo,
y sus afiladas cuchillas mutilan mi cuerpo.
Los ojos fijos en la nada
divisan aquel viejo árbol,
que extiende sus ramas, su luz…
para sosegar el dolor de vivir.