Cuando me miras y sin hablar me dices: te amo,
se apodera de mí un inusitado encantamiento
y sin proponértelo, tocas mi alma antes que mi piel,
entonces florece tu amor en los sueños de mi corazón,
en seguida amontonas tus besos en mi boca, en mis senos,
acaricias mi cuerpo, ruborizas mis mejillas, haces tuyos mis antojos,
haciéndome estremecer con el impulso de tu pasional amor,
y de rondón me envuelves en éxtasis con la bravura de tus deseos,
mientras llueven las mariposas albas de mi tórrido vientre,
cuando por mis venas hierve mi sangre con fulminante arrebato
convulsionando de gozos con los estíos míticos de cuerpo,
mientras rimamos con amor y erotismo hasta alcanzar la cumbre,
al tiempo que gimo embelesada susurrando tu nombre…
Entonces nuevamente, amado mío, volvemos a ser uno,
cuando me miras y sin volar…vuelas conmigo…
Cuando me miras y sin hablar me dices: te deseo,
me entras más allá de la pupila donde el corazón sabe de la neurona
y el recato se aproxima al descaro.
Te desabrocho la blusa, con sus botones diminutos
resbalando entre mis dedos y atino a acariciar tus aproximaciones.
Te descubro el vientre y después, amor, en instantes cabalgó tus ansiedades.
El roce entre las piernas tiene algo de locura,
algo de fantasías se teje entre ellas y los espasmos.
Así, nos sostienen las horas, convulsionados, exhaustos, dichosos…
Tus gemidos avivan la empatía que me conecta a tu sexualidad.
Después cuando la brevedad suelta las tensiones
nos sonreímos sujetados aún por las caderas,
dichosos de la entrega, añorando otros besos, ofreciendo los labios…
Entonces, nuevamente, fundimos los cuerpos
cuando me miras y sin palabras… hablamos los dos…
LUNA&POESÍA/JESÚS LANTIGUA