Que osadía de los humanos,
que inmundicia la que en nuestras bocas reposa,
la fealdad y la crueldad a la vuelta de la esquina.
¿En qué nos hemos convertido?
Será que hemos de nacer para la indulgencia,
en nuestros actos,
en los de mi padre,
en mis actos,
juro por las heridas que germiné en las pieles inocentes,
tan ingenuas,
tan dóciles,
que mis pasos han sido sinceros.
En la boca no me caben palabras de desamor
que aun que tan lisiada del alma,
que aun que por pecadora caen mis peores castigos,
las decisiones no han de determinarme;
que mi cuerpo insolente apresa un alma bondadosa,
los pies ya accidentados me llevan en los malos caminos
de los infractores del privilegio divino.
Juro solemnemente que la vileza
en mi corazón, mente y palabra no perpetúan;
ruego a quién me escuche que me deslinde de la imprecación
me ha sido heredada
como una cruz en la espalda,
la llevo conmigo.