El crepúsculo extendió
su enorme rosa de fuego
delante de mis ojos
que ya no te buscan en el cielo.
La noche, como viuda
del día, alzo el velo negro
entre escarcha de estrellas
y campanarios de sueños,
pero tú... ¡tú ya no estás
en ellos!
Hoy habitas las tumbas
del cementerio,
hoy duermes en las sombras
con los espectros,
hoy, como hoja de otoño,
te dejas llevar por el viento...
¡Hoy sabes lo que es perder
un amor verdadero!
Me duele pensar que te amaba
más allá de la razón y el deseo;
dejarte ir no fue fácil,
pero tenía que hacerlo...
¡ah! las manos doradas del alba,
una a una, acarician el horizonte extenso:
es un nuevo día... y con él
un renacer de sentimientos.
(Búscame cuando ya estés
lo suficientemente lejos)