¡Ay, quien tuviera esos ojos
sin culpas y sin abrojos,
tan claros como las nubes
que transitan por el cielo,
blanquecinas como el velo
cuando tus párpados subes!
Atónito, embelesado,
de tu belleza admirado,
entiendo así la razón
de tener siempre a tus pies
quien creyéndose marqués
tiene yerto el corazón.
No obstante la mala suerte,
me hace contar con lo fuerte
para gritar con denuedo,
¡eres del jardín la rosa,
tan linda, maravillosa,
y en la religión ¡mi credo!
Por: Alejandro O. de León Soto
Tijuana, BCN. MÉXICO, Jul.12/16