Por ti me siento triste; tu marcha has detenido a mitad del camino y los demás pasando por tu vera rehuyendo echarte el brazo como a su enamorada.
Tu que ha sido compendio de múltiples amores como aquél que Bolívar te brindara y el que Miranda y Sucre te ofrecieran sin exigirte alguna condición.
¿Cómo llamarte, entonces, “la flor continental”? si aún, hoy, los fusiles no han desaparecidos y está latente el endiablado horror al que te sometieran los caudillos y alguien que se viste de Bolívar para vedar tu brillo.
Me aterra el letargo en que te encuentras, me duele verte ajena a tu propio dolor y siento que mi pecho se desgarra cuando busco a tu abril si encontrarlo.
PABEDIZ