Lo admito llore hasta agotarme y me permití absolutamente todo pero no alcanzo, no fue suficiente para quedar inmovilizada y aceptar hasta morir. Morir de amor, de ti y de mi. El amor es mas fuerte que verse atrapada, de querer controlar todo, de las circunstancias, de la angustia y la renuncia. Juro que llore hasta enloquecer, a gritos y sin voz. Luché y hasta me armé en la luz del sol evitando que tus palabras sonaran en la piel, la mente y el alma. Sentí vergüenza y miedo de tus señales de intolerancia, de la rigidez del pensamiento, de los celos, la arrogancia, de tu egoísmo y de mi obediencia ciega. Fue y es así que comencé a aprender a confiar en el amor que habita en mi, en su fortaleza cuando se detuvo el tiempo y tan solo quede, sola y en espera. Quedé en la agonía del reloj de arena de las largas noches y crecí en la oscuridad... Y, en la ironía del destino me condene a mi misma con mi orgullo y audacia en la profundidad del silencio y el misterio del saber de mi vida, en la entrega y en la imagen de estar aprendiendo a pensar de una manera diferente, de sentir y ser el reflejo de mis pensamientos, de elegir... Si, lo recuerdo fue una mañana como hoy, como tantas, donde sin querer...
Te percibí que quedaste en el capítulo del error y la razón... La locura y la tortura... La vida y la muerte... El blanco y el negro...
Si, quedaste sin darme cuenta en mi, en la memoria, sin trascender, tu y tu amor.
Mané Castro Videla