Remolinos de agua
En tanto el viento juega a emborracharnos
con sus juegos redondos
de los anillos de polvo del camino
que en un solo pie bailan y se arrancan
por el camino largo y se esconden
en la primera curva
desapareciendo entre los árboles.
A media tarde pasamos el puente
sobre el río de antaño y claro,
fresco como antes dode juega la vida
como ha jugado siempre por tantos años,
en carreras de niño por la arena blanca
o en mates dulces con hierbas del campo
a orillas del río en su remanso.
A la sombra de ranchas de hojas verdes
colmadas de gente que lame sus sudores
y sombrea sus cansancios
de una semana o un año de trabajo
aquietando las penas de toda una vida
laborando.
Disfrutar el día de las aguias del remanso
es curar heridas gozando la existencia,
lavando penas con cantos de alegría y risas
que surgen de una guitarra que suena y sueña
por las tardes y noches
bajo la luna plateada
que también se baña y goza de esas aguas
que corren saltando de piedra en piedra
hasta su entrega final
cuando vacia sus aguas
colmadas de anégdotas y sueños...
Cuantos recuerdos aparecen y saltan
al contemplar las aguas de esos remolinos
que han envuelto fantasías y juegos
de tanta gente de la ciudad que lentamente
han subido y bajado esos caminos largos
de tierra, piedra y barro
buscando llegar hasta el remanso
para gozar sus silencios,
sus abrazos y caricias de soledad profunda
llenas de besos oscureciéndose el día
o junto a la luna amándose en secreto,
sentados en las rocas cerca del cerro,
escuchando los silencios del universo
envuelto de azabache y brillo de estrellas.