Al mirarte, descubrí dos lirios divinos
que a mi menuda existencia exaltaron.
Tus palabras pusieron aromas tibios
cuando todo mi cuerpo se sintió turbado.
Como rosa rendida al ímpetu del viento
animé mi vuelo especial de alondra.
Sentí que debía anidar en tu centro
aquella noche de luna conmovedora.
Tu voz poseía un encanto terrible,
quedó vibrando en mi estanque dormido
que gota a gota despertó inasible
a tus dejos de gracia, con nuevos sonidos.
Ardí entre mil llamas ocultas
ante el beso de tu bello encanto.
Me sumergí en burbujas de espumas
con la embriaguez de poseer tu encanto.
Quedé por ti atrapada eternamente
entre tus brazos cálidos y envolventes
que nunca me dejaron indiferente,
pues eres mi fragancia sorprendente.