EL CIELO SE DESGARRA
El cielo se desgarra cuando llueve
se convierte en charcos en la tierra
-y en el cielo de esos charcos, cunas-
para atrapar astillas de la luna
y volvérsela a soldar.
Las lunas que son blancas, son hijas de la nieve
otras son rojizas, sangres de un corazón,
las pálidas son de ocaso
¿si acaso verdes; son propias de un invierno?.
Hay lunas que son negras
-que reinan lo impalpable-
proclives de un averno.
La tela corporal simula, se hace alforzas
se cincela una piltrafa entre los ojos
hendida como el cráter de un volcán
y el magma de su vista
es procesión perpetua de siglos infinitos,
en la que una mujer postrimera con pechos de almíbar
da a beber las leches del bebedizo final.
Los pasados son gargantas
vomitan negros imanes
para succionar las formas y texturas
y los fieros gavilanes
proyectan en sus zarpas
el añil de los hechizos….
de un éter que madura
y aferra bendiciones cuando llueve
y desquicia cuando se cifra, en las colinas, los valles y ciudades,
-en todo lo indiviso que a la vista ciega otea-
el estío que establece la impronta
de su pasar viril y su calurosa voz.
Hay célicas lunas, enclavadas en un cielo
son las que se atisban, cuando se cree en un Creador.
Lebusla
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