El llanto de unas cuerdas en un viejo madero, hacen que mi alma suelte una lágrima, recordando aquel tiempo bello, cuando éramos los dos uno solo, éramos felices. Sigue gimiendo la vieja guitarra, y con cada vibrar hace que se me parta el alma. Mi corazón quiere salirse del aprisionado pecho, siente que se asfixia en este lugar tan desagradable, siente que debería abandonar mi maltratado cuerpo, pero la guitarra sigue sonando, sin nada importarle.
Cae la lágrima al polvoriento suelo, se mantiene unos segundos hasta convertirse en barro miserable. La mirada perdida en la profundidad de la soledad que me envuelve, solamente sirve para ver aquello que es horrible y desagradable. La piel duele, duele respirar el maliciento aire. Quiero escapar, quiero huir de esta condena. Quiero volver atrás, para evitar encontrarte.
Era feliz hasta aquel día, en que tuvieron que encontrarse nuestros caminos, y con sólo mirarte, supe que no podría nunca más, mientras viva, dejar de amarte. Y la vida me dió ese regalo: seguir vivo mientras tu existencia es ya solo memoria. No podía a ti acercarme, temblaba con pavor al solo mirarte. Cuando al fin pude superar mis miedos, y pude enfrentarte, me di con la amarga sorpresa que partirías en un viaje sin retorno, sin posibilidad alguna al regreso.
Fuimos felices por un instante eterno, que duró lo que dura un suspiro, o un beso al aire. Te fuiste en silencio. Ya ni cenizas quedan de lo que fuera tu maravilloso cuerpo; solo el recuerdo, de un amor fugaz y efímero, pero que me hizo esclavo y amo, de un amor eterno.
Sigue sonando la guitarra, sigue vibrando en el viejo madero, y las lágrimas, siguen cayendo sin parar. No hago ningún esfuerzo para detenerlas. Es un dolor que me quema por dentro, que no puedo consolar con nada, y que alimenta el mar de tristeza y congoja, que semejando una tormenta colosal e imparable, fluye desde el alma desolada...