Las cortinas enmarrocadas,
a un lado de la pared,
dejaban ver el hermoso paisaje estival,
atisbando el fin del ciclo invernal.
El corazón lleno de alegría,
que jamás sintió, sublime, perfecto en su latir.
Cogió un papel y empezó a escribir,
la inspiración broto en un arranque de querer
plasmar un sentimiento, que inimaginable forzaba por saber.
Sus ojos penetrantes y oscuros veía,
su boca incitante al beso le inducían,
y sus manos tersas como el pétalo de una rosa,
en ese hermoso paisaje estival veía.