Ni tu boca que tiene los sabores
de los vinos traídos desde Francia,
ni tu cuerpo de diáfana elegancia
Que desprende del alma mil ardores.
Ni tu frente de regios resplandores
que poseen de Venus su prestancia,
ni tu aliento de mágica fragancia
que parece el perfume de las flores.
Ni tus labios de pétalos floridos,
ni tus senos divinos y sensuales,
ni tus bucles, sedosos, renegridos,
ni tus portes graciosos, virginales;
me despiertan deseos encendidos
que despiertan tus ojos celestiales.
Autor: Rafael Escobar.