Tu pez de luz
navega en mi mar sombrío,
se va repitiendo en mí el oleaje
tembloroso.
Subes por mi cuello como flecha impávida,
desgastas lentamente las piedras de mis sueños.
¡Amor! ¿Qué ráfaga constelada te trajo?
¿Qué océano misterioso abrió los brazos
para que emergieras como ola prepotente?
¡Ah… el tiempo es tu sabiduría,
hacia ti vuelan mis solitarias horas,
renacen mis pasos perdidos en ti!
Nuestro principio fue una montaña
callada, majestuoso azar en la bruma.
El cristal de mi agonía quedó quebrado
y floreció mi aliento
en tu brisa.
Mi corazón acompañó tu orden,
el mundo era confuso, yo me hallaba solo
con mi tormento, de pronto tu alma
precipitó su rio
y el hambriento pescador conoció puerto.
Amor, ven, cosechemos eternidad,
aparta mi llanto antiguo, derriba la pared de mis congojas.
Con los años la tierra oscura me irá sembrando,
pero tu permanecerás
con tu frontera imparable,
deshojando estrellas con tus dedos de mármol.