-A los hermanos emigrantes
en todo el mundo-
El corazón te sintió cuando partías
muchos ojos te lloraron,
otros (pocos) te vieron.
La Osa Menor -en madrugada-
se dasayunó de tu partida,
el sol te observaba, el viento
y las nubes te abrazaron, te llevaron
ninfa, crisálida, mariposa;
saltaste de tu nido -jamás abandonado-
la tapia del jardín, el Ande, a lo ignoto,
la espera desde entonces
es maternal agonía
y fraternal también nostalgia.
Apresura el paso el tiempo,
las horas,
se aproxima la meta
el anhelo, la distancia,
señala la esperanza nueva senda
y tan pronto haya pasado
la borrasca y la vendimia,
te traerá -eso anhelamos- a la Sierra
la primavera,
el retorno de las aves
o el final del invierno.