El único testigo
un cansado balancín
afirmaba la realidad
A la orilla del camino
su pálido rostro
hacía triste
el imperante verdor
La humedad
llanto delator
de preñadas nubes
hacían tormentoso
el panorama
Dos criaturas
huesudas sus miradas
ahogaban temores
en sus ojos de silencio
Contemplaban a la madre
tendida sobre su hambre
Ahogaban el silencio
de una tarde de invierno
eran indefensos seres
en la urdimbre del estío
Esa tarde
sentí el dolor de la tristeza
cargada de inocencia