En ninguna otra mente
los recuerdos hallan
mejor habitación.
Se pasean impúdicos
tal como nacieron,
se adornan con flores
o se maceran los costados,
uñas quebradas y
pies pelados.
Ya no siento emanar de mí el pútrido halo de hastío,
se disipó la atmósfera densa,
puedo caminar
y puedo mirar-
te
de frente
sin que el suelo me llame
y se encorve mi espalda,
sin que se me arrugue la frente
y me pese el rostro
mientras en llamaradas heladas
se consume,
me consumo.
Y me quedaré aquí
durmiendo, comiendo, muriendo.
Mientras ellos
duermen, comen y mueren,
pero acompañados.
El anciano quedó sentado bajo el árbol,
vio pasar animales de diversas clases,
artefactos graciosos y desconocidos,
oyó trazas de un idioma nuevo,
de gentes pequeñas que no ríen
y que no se preguntan,
yo lo vi
el me miró.